Por P. Pedro Pablo Zamora Andrade
Misionero Redentorista
El ingreso de Jesús a Jerusalén para la Pascua tiene visos de clandestinidad, de protección. No quiere delatarse anunciando el lugar de la celebración. Lo del hombre con el cántaro debía ser una señal previamente establecida (Mc 14,13). Jesús no es una persona temeraria con su vida. La imagen que nos ofrecen los evangelios es la de un personaje muy ágil y listo para burlar los controles que sobre él habían colocado los dirigentes religiosos judíos. Para su localización será necesaria la colaboración de un personaje cercano a él.
La agonía
«Y después de cantar los himnos, salieron al monte de los Olivos» (Mc 14,26). Un momento difícil en la vida del Jesús terreno acontece en el huerto de los Olivos. Solamente lo acompañan tres discípulos: Pedro, Santiago y Juan (Mc 14,33) y se encuentran muy desanimados (Mc 14,37). Jesús es consciente de que el final sobre su vida se avecina. Allí tiene lugar otra tentación: ¿es aún momento de ocultarse, como lo ha hecho en otras situaciones de peligro? ¿O es ya el último momento, en el que la huida implicaría la desautorización de su propia práctica o la pérdida de credibilidad de la causa del Padre?
La tentación-discernimiento le lleva a la oración en esa situación límite, en la que entra en el dominio del pavor y la angustia (Mc 14,33). Su íntimo deseo es «que pase aquella hora». El atenuante «si es posible» no disminuye la angustiada situación ante la muerte. No quiere un final violento.
Sin embargo, lo que el Padre quiere no es que el Hijo muera para satisfacerle, sino que no evada mágicamente la condición humana: que permanezca fiel y que asuma la conflictividad de su historia hasta el final, como consecuencia de su opción en favor de la vida amenazada, y que no resista a la violencia usando un poder similar al que lo condena. Sólo así podrá romper el círculo diabólico que excluye al pueblo de la vida. El Hijo ha de dejar en manos del Padre su propio rescate, hundiéndose en la oscura certeza de la esperanza contra esperanza.
La detención
¿De quién partió la orden de detención? Los informes de los evangelios difieren entre sí. En el grupo que va para tomar preso a Jesús se destaca un hombre que debió ser su cabecilla. Es hombre de confianza del sumo sacerdote (Mc 14,47). Por tanto, la orden de detención dimanó del sumo sacerdote en funciones. Por ser el presidente del sanedrín, estaba facultado para adoptar tales medidas. Los encargados de capturar a Jesús son hombres que pertenecen a la guardia del sanedrín.
Juntamente con la cuadrilla que venía a detener a Jesús, aparece en escena Judas Iscariote. Parece que estamos ante un dato histórico. Los evangelios guardan silencio sobre los motivos de Judas para hacer lo que hizo. La teología y la homilética cristiana han hecho diversas interpretaciones: a) por ambición (30 monedas de plata); b) porque estaba decepcionado de su maestro. Esperaba encontrar en él a un mesías guerrero y Jesús, con mucha frecuencia, busca refugio y clandestinidad; c) quería colocarlo en una situación límite para que Jesús se revelara como el Mesías davídico, si en verdad lo era.
Para el cuarto evangelio, Judas es la personificación del mal: «tras el bocado, entró en él satanás» (Jn 13,27). Y cuando sale de la compañía de Jesús y de los demás discípulos, anota: «era de noche» (Jn 13,30). Judas conocía los lugares que Jesús frecuentaba (Jn 18,2); pero, además, se hace necesario una persona que lo identifique porque, al parecer, era un desconocido para quienes lo iban a detener. El beso, nos cuentan los sinópticos (Mc 14,44; Mt 26,48; Lc 22,47), era la contraseña para echarle mano.
Que los jerarcas hicieran acto de presencia personalmente en el monte de los Olivos, es tan improbable como la participación de los romanos. No se trata, pues, de un dato con visos de historicidad. Los datos ofrecidos por los evangelistas tienen intenciones narrativas. El verdadero enfrentamiento de Jesús no es con el poder político, sino con el poder religioso. Si los romanos hubieran participado en la detención de Jesús, entonces le habrían llevado inmediatamente a presencia de Pilato.
¿Por qué se escogieron las horas de la medianoche para su prendimiento? Podemos hacer una conjetura: había que proceder con toda rapidez. El sumo sacerdote contaba con que Jesús tenía simpatizantes entre los peregrinos galileos que habían acudido a la fiesta de pascua y que hubieran podido impedir su arresto.
Jesús ante el tribunal judío
El sanedrín, suprema autoridad judicial de los judíos, estaba integrado por 70 miembros, a los que se añadía como miembro número 71 el sumo sacerdote en el ejercicio de sus funciones. Era necesaria la presencia de 23 miembros para adoptar una decisión válida. Si es verdad que la reunión se celebró en casa del sumo sacerdote, y no en la sala oficial de reuniones, entonces tendría visos de probabilidad la hipótesis de que actuaron únicamente miembros importantes del sanedrín, y no se celebró realmente una reunión oficial de este consejo.
¿De qué cosas es acusado Jesús ante el tribunal religioso? La presencia de Jesús ante el sanedrín tiene las características de un juicio preliminar o de primera instancia porque este tribunal no tiene autoridad para aplicar la pena de muerte (Jn 18,31). Llama la atención que Jesús no sea acusado de violar el sábado, de ser un blasfemo o un falso profeta. Las acusaciones son de otro calibre: a) la afirmación de Jesús sobre la destrucción del templo (Mc 14,58; Mt 26,60); b) el silencio de Jesús. Resistirse al sumo sacerdote en el ejercicio de su función judicial, sobre todo cuando ésta éste examina la ortodoxia de los «maestros de Israel», es un motivo jurídico para condenar a muerte (Dt 17,12); c) la blasfemia de Jesús al declararse el Cristo (Mc 14,62-64; Lc 22,67); el Hijo de Dios (Mt 26,63). El cuarto evangelio solamente nos dice que «el sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina» (Jn 18,19).
Jesús ante el tribunal romano
El lugar público para el juicio fue la torre Antonia, una fortaleza ubicada al noreste del área del templo. Jesús compareció atado contra Pilato (Mc 15,1). El procurador romano no sólo tenía que ocuparse aquella mañana del asunto de Jesús, sino también del caso de otras dos personas, probablemente salteadores de caminos, que luego serían crucificados juntamente con él.
Jesús tuvo un proceso ante el procurador romano. El relato del proceso que nos ofrecen los sinópticos se ajusta a la estructura fundamental de un proceso romano, a saber: a) juicio público; b) acusación privada; c) derecho a defensa; d) veredicto mediante un Concilium. Los principales sacerdotes acusan, Pilato interroga, Jesús responde o guarda silencio (M 15,2-5). Parece muy digno de crédito que los principales sacerdotes acudieran personalmente al lugar del juicio. Seguramente fue necesaria la ayuda de un intérprete.
Pilato no acepta sencillamente la opinión de los jerarcas judíos, sino que quiere formarse su juicio personal sobre el asunto. ¿De qué es acusado Jesús ante el tribunal romano? Lucas (23,2) dice que los sacerdotes lo acusaron de ser un enemigo y una amenaza «política» contra el imperio: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que es Cristo Rey». Jesús es acusado de ser un «alborotador» (23,14), de «soliviantar» al pueblo (23,5). Seguramente que la revuelta ocasionada por Jesús y sus discípulos en el atrio del templo, lo hacía sospechoso de rebelión ante el procurador romano.
La pregunta de Pilato es: «¿Eres tú el rey de los judíos»? (Mc 15,2). Algunos historiadores del derecho (G. Thür, E. Pieler) opinan que el proceso terminó con una confesión de Jesús. Es decir, Jesús ya se siente condenado y no hay peligro de que lo confundan con el Mesías davídico y, por eso, se declara manifiestamente como el Cristo. Algunos autores[1] piensan que la expresión «Tú lo has dicho» no es una afirmación inequívoca sino una respuesta que lo deja todo en el aire; otros[2] opinan que la expresión podría traducirse por: «Eso lo dice tú, no yo». Según él, en el relato así lo entiende Pilato, pues una afirmación habría sido suficiente para condenarlo sin más requisitos.
Según los relatos evangélicos, Pilato no encuentra razones suficientes para autorizar la muerte de Jesús. La expresión que predomina es: «le entregó para que fuera crucificado» (Mc 15,15; Mt 27,26; Jn 19,16). Sin embargo, esta expresión corresponde al motivo teológico de la «entrega» (paradidonai) que recorre toda la pasión de Jesús y que aquí llega a la cumbre.
¿Qué llevó a Pilato a «entregar» a Jesús? La presión y el chantaje de la gente: «Si sueltas a este no eres amigo del César; todo el que se declara rey está contra el César» (Jn 19,12). Esta alternativa y no las acusaciones concretas sería la que llevó a Pilato a ceder.[3]
El caso «Barrabás»
Según el relato de los evangelios, el proceso de Jesús se ve interrumpido por la escena de Barrabás. Esta escena se relaciona, según Mc 15,6; Mt 27,15; Jn 18,39, con una amnistía concedida habitualmente por el gobernador con motivo de la pascua. Desde luego nos extraña que Lc 23,18 no mencione la amnistía de pascua. En él, la puesta en libertad de Barrabás aparece como un acto que la multitud reunida ante el tribunal de justicia impone per aclamationem. ¿Cuál de las dos versiones es la verdadera?
A Barrabás se lo presenta como un hombre de muy mala fama (Mt 27,16), como ladrón (Jn 18,40). Había cometido un asesinato, con motivo de una rebelión que había estallado en la ciudad (Lc 23,19; Mc 15,7). Sospechamos que se trata de un cabecilla de los zelotas, que podía contar con las simpatías del pueblo.
Se discute que el gobernador concediera habitualmente la amnistía de un preso en la fiesta de la pascua. Josefo no sabe nada de esa amnistía. Se cita en favor de ella un pasaje de la misná. Sin embargo, no se puede determinar con seguridad su antigüedad. Además, no está completamente claro a qué circunstancias se refiere el texto: si a circunstancias romanas o judías, y si se dejaba en libertad al preso o simplemente se le dejaba en régimen abierto para que pudiera participar en la cena de pascua.
La amnistía era un concepto jurídico griego. Los romanos, sin embargo, conocían formas de conceder gracia. La más corriente era la abolitio, la cancelación por ley de un proceso penal, y la venia, la anulación de una sentencia judicial ya dictada. Por razón de las dificultades mencionadas, es recomendable preferir la versión de Lucas. Los simpatizantes de Barrabás lograron por aclamación la puesta en libertad de su favorito. Tal cosa era posible, como sabemos en el caso análogo de Fibión, que sucedió hacia el año 85 a.C. ante el tribunal del gobernador de Egipto G. Septimio Vegeto. Quizás haya que tener también en cuenta lo corrupto que eran los gobernadores. Sabemos que Albino, gobernador de Judea, que a cambio de una suma de dinero estaba dispuesto a soltar presos.128
La crucifixión
La crucifixión era una forma romana de ejecución. Se aplicaba sobre todo a los salteadores de caminos y a los agitadores políticos. Los ciudadanos romanos no podían ser crucificados, sino sólo decapitados. Porque la crucifixión pasaba no sólo por especialmente cruel, sino por una pena sumamente infamante. Jesús fue ejecutado como rebelde político.
La tabla con la inscripción se llevaba delante del condenado, y daba a conocer al mayor número posible de personas cuál había sido la causa de la condena. No tenemos ejemplos que la tabla se fijara en la cruz, sobre la cabeza del crucificado. Según los evangelistas, sobre la cruz de Jesús se fijó la tabla con la acusación de su condena: «El rey de los judíos» (Mc 15,26), es decir, la crucifixión de Jesús tiene que ver con motivos políticos. Los romanos desconfiaban y se preocupaban de cualquier movimiento de masas, dado el inestable clima político de Palestina de aquel tiempo.
Un detalle interesante tiene que ver con la rapidez con que muere Jesús. Pilato «se extrañó de que ya estuviese muerto», nos comenta Marcos (15,44) y el cuarto evangelio atestigua de que no le quebraron las piernas como a los otros dos crucificados porque ya había muerto (Jn 19,31-34). ¿El silencio de Dios Padre y el abandono de sus discípulos provocó un desmoronamiento tempranero en Jesús? Sobre este particular no muchos comentarios de la exégesis, pero nos da la impresión de estar ante un detalle histórico.
[1] J. GNILKA, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, p. 368.
[2] C. BRAVO GALLARDO, Jesús, hombre en conflicto, Santander 1986, p. 230.
[3] Cf. J. GNILKA, Jesús de Nazaret. Mensaje e historia, Barcelona 1993, 367; J. SOBRINO, Jesucristo liberador, Madrid 1991, 269.