Lunes 28 de marzo

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 65, 17-21

Esto dice el Señor: «Miren: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.

Regocíjense, alégrense por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”.

Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito.

Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».

Palabra de Dios…

Salmo responsorial: Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a.13b

R/. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado

y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, sacaste mi vida del abismo,

me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R/.

Tañed para el Señor, fieles suyos,

celebrad el recuerdo de su nombre santo;

su cólera dura un instante;

su bondad, de por vida;

al atardecer nos visita el llanto;

por la mañana, el júbilo. R/.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí;

Señor, socórreme.

Cambiaste mi luto en danzas.

Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 4, 43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria».

Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.

Jesús le dijo: «Si no ven signos y prodigios, no creen».

El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño».

Jesús le contesta: «Anda, tu hijo vive».

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».

El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Palabra del Señor…

Reflexión

Somos testigos del cumplimiento de las promesas hechas en la historia de salvación y expresadas con tanta fuerza hoy en el texto de Isaías, promesas de vida, de júbilo y alegría. Somos testigos porque creemos que Jesús ha venido a instaurar en nuestra historia, que sigue su curso en medio del pecado y de la muerte, una historia de salvación y de vida. En la petición del padre angustiado: “baja antes de que se muera mi hijo”, escuchamos el grito dramático de quienes suplicamos a Dios que nos salve del mal, de la enfermedad, del sufrimiento, de la muerte.

Pero, no podemos limitarnos a una fe milagrera e interesada, como un modo de resolver nuestros problemas cotidianos, cuando nuestros recursos se agotan. Eso no significa que no podamos dirigirnos a Jesús presentándole los problemas que nos agobian y nos angustian, sin embargo, lo decisivo es el camino de fe. Acoger la Palabra, que es el gran signo que, aceptada con fe, inicia realmente un proceso de sanación interior, de nacimiento a una vida nueva, de crecimiento en una fe madura.

JGR