Lunes 10 de octubre de 2022

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 22-24. 26-27. 31 – 5, 1

Hermanos:

Está escrito que Abrahán tuvo dos hijos, uno de la esclava

y otro de la libre; pero el hijo de la esclava nació según la carne

y el de la libre en virtud de una promesa.

Estas cosas son una alegoría: aquellas representan dos alianzas.

Una, la del monte Sinaí, engendra para la esclavitud, y es Agar.

En cambio, la Jerusalén de arriba es libre; y esa es nuestra madre.

Pues está escrito:

«Alégrate, estéril, la que no dabas a luz,

rompe a gritar de júbilo, la que no tenías dolores de parto,

porque serán muchos los hijos de la abandonada;

más que los de la que tiene marido».

Así, pues, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.

Para la libertad nos ha liberado Cristo.

Manteneos, pues, firmes, y no dejéis que vuelvan a someteros a yugos de esclavitud.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Sal 112, 1-2. 3-4. 5-7

R/. Bendito sea el nombre del Señor por siempre

Alabad, siervos del Señor,

alabad el nombre del Señor.

Bendito sea el nombre del Señor,

ahora y por siempre. R/.

De la salida del sol hasta su ocaso,

alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,

su gloria sobre los cielos. R/.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,

que se abaja para mirar

al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles:

«Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

La reina del Sur se levantará en el juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».

Palabra del Señor.

Reflexión

Hace algunos años me encerré en mi cuarto y, con mucho dolor por lo que estaba pasando, le pedí ayuda a Dios después de mucho tiempo sin hablarle. Nada pasó, nada se resolvió, todo fue peor y me preguntaba, ¿por qué no pasó nada? ¿Acaso no era Dios?

Muchas veces nos acercamos a Dios porque es Dios; lo rodeamos pidiéndole que nos arregle la vida pues sólo así podremos creerle, sólo así podremos ser sus discípulos, o al menos a mí me pasaba, que sólo lo buscaba cuando lo necesitaba. Nos olvidamos que Dios tiene algo mucho más grande que darnos, su amor.

El saber y experimentar que Dios nos ama es el mejor regalo que podemos tener. Este amor es más grande que cualquier cosa que nos pueda dar; su amor es más grande que una buena vida sin dolor o padecimiento.

Nuestra vida debe ser una completa experiencia del amor de Dios. Con cada cosa que nos pasa debemos ver el cariño que Dios nos tiene. Experimentar un amor real, que no se queda escrito en un libro de muchas páginas, sino que vive en el corazón; un amor que nunca cambia sino que siempre existe. Un amor intenso, apasionado, personal hacia cada uno de nosotros, un amor que sólo vive y se consume para nosotros. Un amor puro que no tiene intereses, un amor que sabe amar porque siempre se da a sí mismo.

Si algo hemos de pedir no son pruebas de su cercanía, no son bienes para una vida sin problemas. Lo único que debemos pedir es el poder tener la experiencia de Dios, el poder vivir el amor que Dios nos tiene, y sólo eso bastará en nuestra vida, sólo eso nos hará felices.

A esta eucaristía traemos también ese momento tan difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe. Queremos unirnos a Jesús. Él conoce el dolor y las pruebas; Él atravesó todos los dolores para poder acompañarnos en los nuestros. Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas. No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio del dolor nos entrega su mano.
(Homilía del Papa Francisco, 20 de enero de 2018).