Domingo 27 de marzo

Primera lectura

Lectura del Libro de Josué 5, 9a. 10-12

En aquellos días, dijo el Señor a Josué: «Hoy les he quitado de encima el oprobio de Egipto».

Los hijos de Israel acamparon en Guilgal y celebraron allí la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. Al día siguiente a la Pascua, comieron ya de los productos de la tierra: panes ácimos y espigas tostadas. Y desde ese día en que comenzaron a comer de los productos de la tierra, cesó el maná. Los hijos de Israel ya no tuvieron maná, sino que ya aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.

Palabra de Dios…

Salmo responsorial: Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7

R. Gusten y vean qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;

mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamen conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.

Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R/.

Contémplelo, y quedarán radiantes, su rostro no se avergonzará.

El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.

Segunda lectura

Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5, 17-21

Hermanos: Si alguno está en Cristo es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo.

Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Porque Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirles cuenta de sus pecados, y ha puesto en nosotros el mensaje de la reconciliación.

Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios.

Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.

Palabra de Dios…

Evangelio del día

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen enseguida la mejor túnica y vístansela; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y sacrifíquenlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Palabra del Señor…

Reflexión

Al celebrar hoy el cuarto domingo de Cuaresma podemos sintetizar el mensaje de las lecturas con la antífona del Salmo: Gusten y vean qué bueno es el Señor.

La primera lectura expone cómo los israelitas experimentan la bondad de Dios al celebrar la Pascua y comer ya de los frutos de la tierra prometida.

El salmista reconoce y valora la acción de Dios en su vida, él lo invocó y el Señor lo escuchó. Por eso, invita al pueblo a proclamar la grandeza de Dios.

San Pablo se dirige a los hermanos de Corinto destacando la generosidad divina, porque todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio de Cristo y nos encargó el ministerio de la reconciliación.

Por último, la parábola del hijo pródigo, que nos presenta el evangelista San Lucas nos exhorta a gustar y ver la misericordia de Dios, manifestada en Jesús que acoge a los pecadores y come con ellos.

Pidámosle a Dios para que en este camino cuaresmal valoremos, aún más, todo lo que Él hace en nuestra vida cotidiana.

JMO

Comentario bíblico de Lc 15,1-3.11-32

P. Jesús Ortiz

Seguimos avanzando en el camino cuaresmal que nos lleva a la celebración del misterio pascual. En este domingo nos corresponde leer y reflexionar la parábola del hijo pródigo o del padre misericordioso.

El capítulo 15 del evangelio según San Lucas es uno de los más conocidos del Nuevo Testamento. Esta es su estructura literaria:

Introducción (Lc 15,1-3): el pasaje bíblico comienza presentando el contexto religioso. Allí se nombra a Jesús y cuatro grupos: los publicanos, pecadores, fariseos y escribas. Los dos primeros escuchan con agrado a Jesús, mientras que los otros lo critican.

Parábola de la oveja perdida (Lc 15,4-7): la oveja se pierde fuera de la casa.

Parábola de la moneda perdida (Lc 15,8-10): la moneda se pierde dentro de la casa.

Parábola de los hijos perdidos (Lc 15,11-32: el menor se pierde fuera de la casa y el mayor dentro de la casa.

La oveja perdida y el hijo menor representan a los publicanos y pecadores, porque no estaban en el grupo de los “buenos”. Sin embargo, Jesús los buscó y los encontró.

La moneda perdida y el hijo mayor representan a los fariseos y escribas, porque pensaban que cumplían al pie de la letra los mandatos de Dios. Por eso, no necesitaban de la misericordia divina. Ellos nunca se habían alejado de la casa. Sin embargo, por su forma de excluir a los de “afuera” también les faltaba la conversión.

Lo más llamativo de este capítulo es la alegría que genera el encuentro de los perdidos. Esta se manifiesta en dar a conocer a los amigos y vecinos la buena noticia del hallazgo y en la celebración del banquete.

Veamos ahora, de manera más detallada la última de las tres parábolas ya mencionadas. El padre Fidel Oñoro comenta:  

La parábola tiene dos partes: (1) la historia de la conversión del hijo menor (15,11-24) y (2) la historia de la resistencia del hijo mayor para compartir la misericordia y la alegría del papá (15,25-32). Como hilo conductor, a lo largo de todo el relato no se pierde de vista nunca al papá (explícita o implícitamente se menciona 24 veces), él es el punto de referencia y el verdadero protagonista de la historia.

(1) La historia del hijo menor está presentada en un camino de ida y vuelta: “Se marchó a un país lejano…” (v.13) y “Levantándose, partió hacia su padre” (v.20ª). En la ida y vuelta del hijo menor se recorren los cinco pasos de un camino de conversión:

a) La ida (vv.11-13)

b) La penuria en la extrema lejanía (vv.14-16)

c) La toma de conciencia de la situación y la decisión de volver (vv.17-20ª)

d) El encuentro con el padre (vv. 20b-21)

e) La celebración de la vida del hijo (vv. 22-24)

(2) La historia del hijo mayor presenta la problemática del comportamiento exagerado del padre con el hijo renuente (su derroche de alegría en la fiesta), que se recoge en la frase: “Él se irritó y no quería entrar” (v.28ª; todo lo contrario del hermano menor que “partió hacia su padre”, v.20).

Esta parte de la historia gira en torno a dos diálogos que el hijo mayor sostiene respectivamente:

a) Con los criados, cuando está a punto de llegar a la casa, quienes le exponen la situación (vv.25-27).

b) Con su padre, quien sale a buscarlo para pedirle insistentemente que entre en casa, escucha el argumento de su rabia y finalmente le responde exponiéndole sus motivos (vv.28-32).

Ambas partes convergen en la misma idea, la cual se repite casi en los mismos términos al final de cada una de ellas: la invitación a la fiesta (“Comamos y celebremos una fiesta”/ “Convenía celebrar una fiesta y alegrarse”; vv.23-32ª) y su motivo (“Porque este hijo mío [hermano tuyo] estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”; vv.24 y 32b). El énfasis de la parábola está en el modo de acoger al hijo alejado y de celebrar su regreso -con alegría total- porque “le ha recobrado sano” (v.27). Aquí reposa el misterio de la reconciliación en su clave pascual (paso de la muerte a la vida), acción salvífica de Dios en el hombre (rescate de la humanidad perdida).

Sugerencias para vivir este pasaje bíblico desde sus personajes

  • Hijo menor: su comportamiento ha sido una opción libre en su vida; pero este personaje reconoce su pecado y vuelve para “ser acogido por el padre y comer con él”. Jesús se asemeja al padre, porque esa actitud la tiene con los publicanos y pecadores. Si nos hemos perdido alejándonos de Dios, aprovechemos esta Cuaresma para volver y celebrar la fiesta de la reconciliación, por medio del Sacramento de la Confesión.
  • Hijo mayor: este personaje encarna al judío que se tenía por justo, obediente a las leyes, sumiso a los preceptos y, por tanto, con derechos adquiridos. No sigamos este ejemplo, porque se opone a la vivencia de la Buena Nueva que tiene como finalidad que todos alcancen la salvación.
  • El padre: es el protagonista del relato. Marca la diferencia. Rompe los moldes de comportamiento de un padre normal, dueño de una hacienda familiar y con más hijos. El padre recibe con alegría al hijo que se había alejado e invita al otro hijo que también se alegre entrando a la fiesta. Estamos llamados a identificarnos con el padre siendo misericordiosos y perdonando a quienes nos han causado daño.

Webgrafía

Oñoro, Fidel (marzo 11 de 2007). Homilética. https://cutt.ly/FSBrELW

Lc 15,1-3.11-32 en verso, suena así:

Al oír esta parábola, el corazón nos da un vuelco.

Jesús retrata fielmente al “Padre” que está en el cielo.

Dios es todo corazón y, cuando nos ve a lo lejos,

como aquel padre amoroso, sale siempre a nuestro encuentro.

No quiere ajuste de cuentas.  No defiende sus derechos.

Al pedir perdón, nos tapa nuestra boca con sus besos.

Nos regala las sandalias, anillo y vestido nuevo.

Perdona, olvida, acaricia con sus manos nuestro cuello.

Se alegra al mirar con vida al hijo que estaba muerto.

Por eso, celebra fiesta: “El Hijo perdido ha vuelto”.

¡Qué suerte tener un Dios, misericordioso y bueno,

que deja su casa abierta, soñando nuestro regreso!

Señor, juntos como hermanos, hemos venido a tu Templo.

Mil gracias por invitarnos al Banquete del Cordero.

(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)